Thursday, November 26, 2020

Primero Veo Tu Piel, Vacía Y Sin Color. / Enfant - Ellipsism (2015) Album Review

 

Overall Rating: 10/10

Favorite Track: Victoria Edvarda / Leonora

El mundo del rock progresivo contemporáneo es uno demasiado intrigante, pero lo es aún más si se decide enfocar la mirada a países y continentes de los que no se llegaría a esperar este tipo de propuestas de forma muy común. Claro, tanto Estados Unidos como Europa han sido responsables de la mayor cantidad de actos experimentales progresivos importantes durante este nuevo milenio, pero si algo esencial ha cambiado a comparación de la gran era dorada de los 70 es el hecho de que ahora se puede indagar aún más dentro de aquel mundillo gracias al internet. Artistas, grupos, bandas, y proyectos de todas partes del mundo son capaces de ser apreciados por cualquiera que se encuentre lo suficientemente interesado, con cualquier persona teniendo a su disposición una cantidad de discos y canciones teóricamente interminables. Y a pesar de que aquello sea una bendición para muchos, también es algo que va muy de la mano con algunos problemas considerables. La enorme cantidad de data llega a hacer que muchos de estos proyectos se queden en un espacio casi underground, siendo apreciados por unos cuantos afortunados que generalmente llegan a descubrirlos por casualidad. No es de extrañarse, y es algo que pasa en todos los géneros musicales, pero en el área del rock progresivo es algo particular. El interés por dicho género no es demasiado grande si dejamos de lado a los grandes nombres y grupos que acaparan la atención, y ver a un proyecto de este estilo volverse popular es relativamente raro, y llega a serlo aún más si se trata de una propuesta proveniente de lugares como Asia, Rusia, o Latinoamérica.

Pero a pesar que el auge y la popularidad del rock progresivo no sean más que una especie de recuerdo pasajero, cada país tiene sus proyectos que ofrecer, y el internet permite el acceso a multitud de joyas ocultas que destacan por su originalidad y su creatividad, y aunque multitud de países tengas las suyas, Sudamérica tiene algunas de las más interesantes en ese aspecto. Incluso para la gente latina, la cantidad de personas que se encuentran inmersas dentro del mundo de la exploración mediática son mucho menores en comparación a la gente normal, pero incluso así sigue siendo una considerable cantidad de entusiastas, algunos más curiosos que otros. Claro, hay países que son mucho más notables, activos, y sobresalientes que otros, pero Latinoamérica ofrece calidad en todos los géneros, sin importar lo “anticuados” o nuevos que puedan llegar a parecer, con los distintos países que lo conforman teniendo sus propias escenas musicales indie/underground que prosperan por lo activo que son; y un país como Bolivia ciertamente no es la excepción. Aunque no resulte un país al cual muchos recurren por propuesta fuera de la música folclórica, y de su fuerte escena local de Thrash y Grindcore siendo de lo más activo y relevante, Bolivia resulta estar lleno de grupos que llegaron a destacar de manera local por su sonido y discos únicos. Esta clase de “anomalías” dentro de la música nacional llegan a conseguir una reputación un poco más respetada por los medios y sus fans (sin importar que la misma llegara años luego de la finalización del proyecto mientras que en su duración no fueran demasiado grandes), abarcando diversidad de géneros y mezclas con mucha personalidad, con grupos como Atajo, Unit, o Gato Diablo siendo algunos de los ejemplos que se pueden ofrecer. Pero incluso en el ámbito del rock experimental progresivo Bolivia tiene sus propios representantes que ofrecer, y ese llega a ser el caso de Enfant.

Enfant fue una banda experimental progresiva proveniente de La Paz. Fue formada en 2008, inicialmente cementándose como el primer proyecto de colaboración entre José Carlos Auza (quien puede ser encontrado en multitud de proyectos bajo distintos heterónimos tales como Dante Domínguez, Nicolás Uxusiri, y durante esta primera etapa: Horuset), Christian Aillón y Bernardo Paz. El proyecto nade debido a la necesidad de Horuset, alma y figura principal del grupo, de conseguir la ayuda de distintos miembros para materializar sus ideas personales y musicales de una manera más profesional y mejor elaborada, con el concepto de las canciones y la letra de Enfant surgiendo casi completamente de parte de Horuset. A lo largo de su duración, el grupo tuvo el agrado de colaborar con variedad de nombres reconocidos en la escena del rock boliviano (como Peter Howard y Mauro Ramírez de la banda Unit en algunas de las presentaciones en vivo de la banda durante 2009), pero siempre manteniendo su esencia debido a la presencia de los tres miembros iniciales. El proyecto fue construyendo un nombre por sí mismo dentro de la escena indie local debido a la original propuesta que ofrecían con su sonido, sus composiciones, y su maravilloso estilo musical, generando gran expectativa y esperanza acerca de un posible proyecto de estudio, concepto muy prometedor debido a la calidad de las canciones del grupo.

Las presentaciones en vivo eran energéticas, frenéticas, intensas, pero lleno de una pasión y creatividad evidentes dentro de lo que se estaba presentando. Algo que llegaba a ser cautivador, generando mucha emoción y expectativa por la posibilidad de un disco de estudio (estos hechos se conservan mucho por el boca a boca, pero grabaciones como la del tema Filium.Ex.Machina tocado en vivo en 2008 lo corroboran de muy buena manera). Horuset llego a grabar el proyecto de forma solitaria y salió de una manera satisfactoria, pero el disco no era apto para tocarse en vivo, por lo que el artista decidió querer ir más lejos. Es entonces que en 2009 comienza las grabaciones de estudio con Enfant, llegando a una segunda, y última, etapa en junio de 2010, donde las estructuras iniciales se conservaban en sus aspectos armónicos, pero con un resultado mejorado. El interés por el proyecto principal de Horuset seguía generando expectativa, y la espera se debería principalmente al hecho que la banda se enfocaría no solo en refinar los aspectos técnicos en cuanto a la producción y la mezcla de las grabaciones, sino que también se buscaba hacer de esta propuesta una experiencia lo más completa posible, contando con la participación desinteresada (ya que ninguno de los proyectos de Horuset fueron hechos con una intención económica en mente) de múltiples artistas tanto locales como internacionales (con invitados especiales como Mark Aanderud, que en ese tiempo se encontraba siendo parte de Omar Rodriguez Lopez Group y The Mars Volta, aportando en teclados, piano, y synth; y Dan Zlotnik, de Los Dorados, Big Band Jazz, o Alonso Arreola, aportando en saxo y clarinete, ambos grabando sus partes en sus estudios de México de manera voluntaria). 

El tan esperado proyecto llegaría finalmente en Julio de 2010 bajo el nombre de Filium.Ex.Machina, siendo un disco que tenía mucho que ofrecer. Para tratarse de una propuesta independiente por parte de un grupo de artistas bolivianos, los aspectos musicales, técnicos y estéticos se encuentran muy bien realizados. La producción, mezcla, y masterización de todos los temas no es menos que sobresaliente, con un balance muy bien logrado de todos y cada uno de los elementos usados para el proyecto. Es muy evidente que todas las canciones, los fragmentos, y los diálogos utilizados se encuentran llenos de significado para Horuset, la figura más prominente del grupo, pero todo se encuentra cubierto con un velo de metáforas y líricas cautivadoras dentro de lo críptico y potentes que resultan ser. La cantidad de detalles, capas, y estilos de composición se mezclan dentro de un álbum que los presenta de manera hermosa, con todos aquellos aspectos teniendo su propio espacio para respirar, para ser notados, pero siendo tan variados que siempre hay algo nuevo para descubrir cada vez que se decide visitarlo una vez más.

Cada uno de los siete temas tiene algo único que lo caracteriza y lo diferencia de los demás, y a pesar de que Horuset sea el escritor y compositor principal, a pesar de que se trate de una obra que es completamente suya, todos los artistas involucrados dan lo mejor de sí, con actuaciones dignas de un proyecto de esta escala. Es una densa exploración sonora, musical y atmosférica, por pasajes que agarran influencias de multitud de sitios para llegar a mezclarlas dentro de temas que tienen una personalidad y espíritu propios. A pesar de todo eso, el álbum no es un proyecto perfecto. Aquella necesidad de querer explorar distintos estilos de cómo estructurar una canción, de utilizar los arreglos instrumentales, y de querer mezclar distintos géneros y tonos dependiendo de lo que se requiere en una canción lleva a que sea un proyecto algo inconsistente en cuanto a la ejecución de dichas ideas. Esto no quiere decir que haya canciones malas o mediocres, pero sí hay momentos en los cuales las ideas se pueden hacer repetitivas o un poco fuera de lugar en cuento al acercamiento dado a la composición. Aun así, cada canción tiene elementos que están muy bien implementados y que valen la pena destacar, y el disco incluye temas que logran ejecutar sus ideas de una manera excelente, con Ecce Homo y el tema homónimo siendo obras maestras del rock progresivo contemporáneo en su energía, dinamismo, y la variedad de su estructura.

Si bien Filium.Ex.Machina llegaba a ser destacable desde muchos aspectos, el proyecto mostraba algunos errores que podrían llegar a ser mejorados y pulidos en un nuevo disco, pero aquel no llegaría a ser el caso inmediato. Este había sido un proyecto a muy gran escala para Auza, una terapia que sirvió para expresarse de una manera abierta y muy grande en una exploración sonora densa y llena de detalles, por lo que se llegó a sentir la necesidad de intentar en nuevos territorios. Claro, Horuset y compañía seguían sacando música, con proyectos como Taki Ongoy siendo originales en su propuesta musical, destacando por discos memorables, pero mucho más calmados que Enfant, sirviendo como una especie de carta de amor a la poesía y a la música nacional. En 2012, con la salida del segundo disco de Ongoy, Filium recibiría un re-lanzamiento en su nueva página de Bandcamp, junto con un par de presentaciones en vivo en promoción del mismo, reviviendo así las esperanzas por una posible secuela al tan querido primer proyecto de estudio, pero ese no sería el caso. Luego de ese punto, Auza decidiría retirarse casi por completo de aquellos proyectos con el tal de enfocarse en sus estudios de Artes Plásticas, persiguiendo así su otra pasión de dedicarse a la pintura, dejando casi completamente de lado su música. Pero muchas cosas sucedieron a lo largo de aquellos años. Auza pareció entrar en un periodo de autodescubrimiento en cuanto a lo que quería hacer, aparte de seguir dedicándose a todas sus pasiones en general, incluyendo su música. Nadie mejor que él mismo para explicarlo, con un fragmento de su entrevista con estemarcegua:

“Sí, dije que iba a dejar la música unos años para dedicarme sólo al estudio…Pero la música es también mi forma de mantenerme.”

Auza volvió al mundo de la música con una serie de bandas sonoras y proyectos, cinco en total, hechos a pedido de amigos cercanos y directores, con Martín Boulocq siendo el principal de ellos con su filme “Los Girasoles”, quienes lo habían descubierto en su mayoría gracias a su música puesta gratuitamente en línea. Como era de esperarse del artista, no volvió con la intención de dar a conocer su regreso, trabajando bajo el nombre de Nicolás Uxusiri como su nuevo pseudónimo, volviendo a sentarse para componer durante un periodo breve. Meses después de estos proyectos, el artista comenzó una charla con algunos músicos argentinos, donde surgió la idea de retomar el proceso de componer y elaborar música con Enfant, con el fin de revivir un proyecto que había estado inactivo durante unos cuantos años. Pero ¿Por qué aquel proyecto y no ninguno de los otros con los que Auza había estado involucrado? Bueno, simplemente resultaba ser la clase de música que más resonaba con el artista en ese punto, una sensación y en parte una necesidad de sustituir sus faltas desde cierta forma. Y no solo era él, Enfant era, luego de una serie de Auza, algo que se manifestaba en una banda, y el artista se vio motivado por los cambios que observó en cado de aquellos integrantes importantes.

“Y de repente, después de la predisposición de amigos músicos en Argentina para grabar partes necesarias allá, pues decidimos continuar un proceso que habíamos dejado inconcluso hace casi dos años. Fue un gusto volver a escuchar esta música con nuevos oídos y reinterpretar lo que nos había pasado. Volvemos a Enfant casi como a una madre. Desde donde se gestaron nuestros procesos musicales juntos y solos. Por eso era importante volver.”

Y aunque Auza, dentro de toda su personalidad, no se encontraba interesado en dar muchas entrevistas o en promocionar su material, otros miembros sí se encontraban dando su punto de vista en cuanto a la participación en esta nueva encarnación de la banda, con Bernardo Paz siendo el integrante que llego a dar una mirada hacia lo que se venía, y lo que percibía la banda, llegando a entenderse mejor el pensamiento de los miembros. Un ejemplo de esto llega a ser la entrevista que llegó a darse con Artezeta, en la cual Paz destacada que el cáncer de la escena boliviana de Rock era, y discutiblemente sigue siendo, los tributos, que coartan la creatividad pero que resultan ser del agrado del público ya que es algo que se conoce. Tributos mediocres en su mayoría, o que simplemente copian estilos en general, con las bandas con propuestas más arriesgadas siendo las que menos popularidad reciben. Con ese motivo Paz llegaba a explicar también el porqué de sus pocas presentaciones en vivo, siendo pocos los espacios nacionales abiertos a aquellas nuevas propuestas.

“Por eso tratamos de buscar espacios alternativos. Ensayamos mucho, con la misma seriedad con la que debiera encararse cualquier proyecto. Tratamos de ser rigurosos, tanto que a veces todo el proceso se convierte en una neurosis colectiva.”

Una neurosis colectiva que finalmente, luego de un par de años, ponía a la máquina de música de vuelta en marcha. Pero esta vez había algo muy distinto, ya que se había vuelto completamente personal para todos los miembros involucrados. Por primera vez desde que José Carlos Auza se había dedicado a escribir y sacar música, no uso ningún pseudónimo para este nuevo disco, y se encontraba siendo acompañado por sus viejos amigos de anteriores proyectos: Bernardo Paz, Christian Aillón, y Luis Aranda. Ya no era simplemente un proceso “escrito, compuesto, y arreglado por Horuset”, ahora era una colaboración mucho más integra y mejor llevada. La música iba a ser compuesta por Auza, Paz, y Aillón; y los arreglos iban a estar a cargo de Enfant.

En esta nueva producción se tuvo la participación, nuevamente desinteresada, de músicos argentinos, brasileños, y bolivianos, con un total de diez intérpretes y compositores y dos invitados especiales, con algunas caras conocidas como Verónica Pérez de Taki Ongoy volviendo a aparecer como invitados y colaboradores, trabajando en la grabación del nuevo material ocupándose de distintos roles con el fin de brindar el mejor proyecto posible. Esta nueva alineación no podría haber sido más prometedora, con las nuevas raíces e influencias viniendo por parte de cada uno de los músicos involucrados en el disco. Este nuevo proyecto se trataba de una obra en la que por primera vez no se había definido formas en base al timbre o el ritmo, siendo las estructuras el principal foco de interés de la banda. Un proceso libre y lleno de creatividad, pero buscando un balance entre toda esa amalgama de ideas. Auza ya no era quien decidía lo que cada uno iba a hacer en el proyecto, sino que cada artista tenía la libertad de asignarse sus propios roles y fines, con cada uno teniendo su forma de ver el proceso. Sin embargo, pese a lo ecléctico se buscaba llegar a una cohesión, que por suerte fue alcanzada de la mejor manera posible, con el hecho de grabar cada parte de manera individual siendo uno de los impulsos para terminar el disco. Lo decía Paz para Artezer:

Nuestros amigos de Proyecto Quasar (Argentina) se ofrecieron a grabar ciertas cosas que nuestras posibilidades no nos lo permitían. Durante el proceso estuvimos constantemente en contacto, lo mismo que con otro integrante de la banda que radica en Brasil. La tecnología nos permite estas licencias, que antes habrían significado una inversión considerable y hay que aprovecharlas, sin duda.”

En otra entrevista con correos del sur, Paz describía que lo que se podía esperar del nuevo disco era algo muy diferente al primer proyecto, y a todo lo que se había presentado en general hasta ese momento, siendo la premisa más importante que llegaron a manejar. Un proyecto en el cual se probaba nuevos sonidos y nuevos recursos de la mejor manera posible. La música elaborada se definía como restrictiva, teniendo una clara influencia del rock, pero con las estructuras, el manejo de intensidades, y ritmos siendo más inclinados a la música contemporánea de tradición escrita y a otras ramas de la música. Resultaba ser una dosis moderada de todas las influencias que traían todos los miembros involucrados, en la cual no se trataba de encasillarse en uno o muchos géneros específicos, ni tampoco de huir de sus influencias pasadas como ser la música folclórica. Más que nada, era tener la idea se siempre tratar de hacer cosas nuevas, generando más tensión que comodidad.

“Si nos quedamos haciendo las mismas cosas por siempre podríamos instalarnos en una zona de confort de la que difícilmente después podríamos salir. Pasa lo mismo desde el lado del espectador. No deberíamos escuchar la misma música por siempre. Las obras que generan cierta incomodidad se quedan más en tu mente más que cualquier otra, porque te interpelan, te obligan pensar, te devuelven la mirada.”

Pero aparte de ser un trabajo musical, se tenía que buscar una estética que lo llegara a representar de la mejor manera posible, que llegara a ir con el espíritu de una obra sugerente y críptica, que no muestra todo lo que tiene que ofrecer a simple vista. Es entonces que se recurre a las maravillosas ilustraciones de Rosemary Mamani para el arte del disco. El arte llega a ser inquietante, con el uso de técnicas mixtas sobre tres modelos femeninas buscando transmitir lo mismo que la banda: el sentimiento de la curiosidad, del llamado de lo que pide ser explorado, descomponiéndose tras lo perceptible. Las distintas mujeres tienen una mirada directa, escrutadora, un lado opuesto y desconocido que devuelve la mirada. Llega a ser incómodo, pero al mismo tiempo va de la mano con ser tan memorable como el disco al cual estaba destinado a acompañar.

Hasta aquel punto, este nuevo proyecto cuidadosamente construido carecía de nombre, ya que esa resultaba ser la última parte del proceso, pero también resultaba ser que el disco no dependía tanto de la lírica como en proyectos anteriores. Como se mencionaba antes, no se trataba de encontrar estructuras tradicionales, sino un desarrollo que más que encargarse en decir algo, cuenta y muestra con su desarrollo y sus sonidos. Era un proyecto en el cual casi no se usaban palabras, aunque sí muchas voces y melodías, lo cual hacía mucho más difícil sintetizar a la obra. Finalmente, se decidió por tomar un término tomado del escritor John Koenig que se refiere a la sensación de tristeza por lo que pudo haber pasado, una angustia ante lo que no pasó y lo que podría pasar, siendo aquellas angustias lo que obligan a cualquiera a crear, como una liberación de la tristeza. Es así como, en 2015, “Ellipsism”, el segundo disco de Enfant, finalmente sale a la luz.

Ellipsism es, sin duda alguna, el mejor disco de Enfant, el proyecto más único y sobresaliente de toda la carrera de José Carlos Auza, y una innegable obra maestra del rock progresivo contemporáneo, siendo una joya oculta que se encuentra esperando ser descubierta por cualquiera que decida perderse en sus maravillosas exploraciones sonoras. Todo lo que llega a rodear el disco, desde el significado del nombre, el arte que lo acompaña, y la música que se muestra al espectador buscan ser directos, densos y llenos de detalles. Elementos que resultan incómodos a primera vista, pero que invitan a cualquiera a perderse en aquellos paisajes desconocidos que intrigan debido a lo cautivantes que son. Es una variedad sonora muy evidente, una búsqueda impecable por romper la comodidad y lo convencional en cuanto a lo que se llega a esperar de gran parte de la música. Una mezcla de géneros, estilos, y personalidades que chocan en un hermoso caos equilibrado, agarrando influencias de todos los sitios con el fin de expandir la creatividad de manera libre, frenética, pero armoniosa. Un sinfín de estilos que se entrecruzan entre lo convencional y lo inesperado, creando un proyecto consistente, completo, y atrapante de principio a fin.

Es un disco compuesto de tres grandes piezas, pero que las mismas se encuentran relacionadas de distintas maneras, a pesar de toda la variedad que se puede admirar entre medio, generando una gran composición que se fue rompiendo y volviendo a armar una y otra vez hasta entrar lo que se estaba buscando, generando un disco dividido en siete partes. Dichas canciones mantienen una relación muy clara, el de compartir nombres femeninos como sus títulos, pero de los cuales el significado jamás llega a ser explicado en ningún momento, añadiendo al objetivo de la experiencia. Es un álbum que no deja ningún segundo desaprovechado, en el que todo tiene un propósito y un objetico, que en conjunto llegan a crear un viaje de ida y vuelta que se siente completo y justificado en todos los aspectos. Pero, aun así, lo hace de manera tan poco tradicional, tan llena de detalles, tensiones, momentos de calma, de una energía frenética, llena de simbolismos, y elementos crípticos; que invita a cualquiera perderse cuantas veces se considere necesario dentro de aquellos maravillosos paisajes. Ellipsism no busca complacer, no busca ser predecible. Ellipsism es algo único e inesperado, un cuerpo lleno de cambios abruptos, de agitaciones violentas que buscan aturdir, tensionar, y despertar la curiosidad y los sentidos de aquel que escucha; pero al mismo tiempo es algo que calma, que intriga y que relaja dentro de una extraña paz que parece ser opaca, incómoda, solitaria y llena de melancolía. Es un balance impresionante que llega a cautivar en todo momento. 

Todo esto puede ser encontrado desde las primeras notas de Edvarda, la canción, el movimiento, que llega a abrir la experiencia. Unos acordes armoniosos, llenos de melancolía, que incluso dentro de su aparente simplicidad se encuentran sobrepuestos en capas de detalle que chocan de una manera que funcionan incluso en lo que parece un desorden. Son notas que cautivan, algunas siendo claras como la luz mientras que otras se desvanecen como el agua, tristes y solitarias, pero llenas de calma. Sí, se crea una melodía muy particular, rica en fragmentos, pero, sobre todo, demasiado tensa. Aquella supuesta paz que se había presentado se quiebra, se vuelve algo incómodo dentro de lo relajado que se aparenta, y esta sensación se incrementa aún más con las voces de Auza y Aranda emanando en suspiros y sonidos melancólicos, casi agonizantes, pero demasiado hermosos para lo que resultan ser. Aquellas guitarras se ponen en un estilo más convencional, construyendo algo parecido a un lugar cómodo para el oyente, como una especie de calma luego de la inundación, tan solo para explotar de manera frenética en un segmento instrumental en el cual multitud de elementos colisionan en un estallido precioso. Desde violines que se pierden en el fondo, guitarras que asumen posiciones distintas, pero que forman una sola melodía caótica, con una batería dinámica e inquieta, complementada por la percusión intensa y un bajo pesado y energético. Todo esto es usado en intervalos breves, pero lleno de detalles, de cosas que llaman la atención en todo momento, revelando el hecho de que dicho segmento no era otra cosa que un puente.

El bajo toma presencia, con todos los elementos presentados incorporándose a su propio ritmo, mientras que aquellas voces calmadas de un principio reaparecen con una agresividad e intensidad agitadas, entre llantos, suspiros, y gritos. No se dice nada, pero se muestra todo. Un nuevo segmento se introduce, en el que sí se llega a decir algo, algo que suena como palabras, palabras y sonidos que se pierden en su propio misterio. Incluso en aquel punto, la instrumentación construye tensión, cambiando a nuevos segmentos de manera calmada, sin mucho problema, sutil y fluido como el agua. Los detalles son abundantes, pero todo se encuentra balanceado de manera ideal, perfecta, en la cual tanto la mínima percusión como el bajo tienen la misma importancia. Con ayuda de los teclados, se pasa a lo que se podría interpretar como la parte más clara de la canción, con Auza sangrando en la voz, de manera relajada, apasionada, y melancólica; mientras es contrastado por la batería agresiva que se encuentra acompañando.  De repente, el tono vocal se pierde lentamente en el fondo, con la batería subiendo de intensidad para reintroducir uno de los motivos previos, simplemente para que todo pare y desaparezca de forma casi abrupta con el fin de usar instrumentos de viento con el fin de introducir una guitarra acústica que sirve para asentar el tono y la atmósfera de la segunda canción. Edvarda es una obra maestra por sí sola, una colección de distintos movimientos que no parecen compartir mucha relación entre sí, pero que llegan a sentirse como una composición completa debido a la precisión y la consistencia con la que fluyen, en la que todos los segmentos llegan a compartir elementos (ya sea en la instrumentación o la reinterpretación de ciertos arreglos). Es algo demasiado inesperado, que busca despertar los sentidos y que lo logra de la mejor manera posible, siendo dinámica en su estructura, mezclando la ira, la calma, y la melancolía de la manera más adecuada.

Pero aquella energía frenética es contrastada directamente con la guitarra acústica de la parte final, dicha que marca una cuerda de manera estrepitosa, pasando directamente al inicio de Gretchen. Guitarras acústicas toman presencia, estableciendo un ambiente calmado, pero con pequeños detalles que crean tensión como ser el uso de modulación en algunos sentidos. De inmediato, Aranda y Auza se unen con sus voces en unísono, al mismo tiempo que una guitarra eléctrica y una pequeña flauta. Esto llega a ser breve, ya que una pausa marca el inicio de un nuevo segmento. Se pasa del uso de lírica a susurros que son poco distinguibles a menos que se llegue a prestar atención. Entre suspiros se marcan las pausas, y con cada nuevo instrumento que es introducido se lo complementa por capas que se sobreponen para crear una melodía única, con los arreglos de cuerdas siendo el ejemplo perfecto de esto. Mientras que algunos elementos como la guitarra acústica son claros, otros agonizan en el fondo, generando tensión e incomodidad. El tono de lo acústico cambia a algo mucho más potente, más notable en los tonos graves, con la lírica volviendo a tomar presencia junto a un intrigante arreglo instrumental en el cual se contrarresta con algo poco más agudo, al igual que la atmosfera manteniéndose constante gracias a los instrumentos de viento siendo sombríos en sus notas.

“Si Despierto, Cuido El Jardín”

El uso del bombo introduce la influencia nacional a la percusión, pero lo mismo sucede con los acordes en lo acústico, que ahora ya no se encuentra solo, más bien complementado como casi todo lo visto con anterioridad. De repente, aquellos acordes cambian de manera súbita a algo más crudo en su actuación, siendo más tirante en su armonía. La producción hace que una de estas guitarras se aísle en un solo canal, tan solo para luego generar transición a una parte de la composición en la cual todo se elabora poco a poco. Los elementos vistos con anterioridad regresan con paciencia y virtud, incentivando el sentimiento de melancolía con cada nota sostenida, que parecen querer imitar los suspiros emotivos que aquella voz pasajera transmite. La guitarra vuelve a tomar presencia de manera individual, aislada dentro de su propia soledad, empezando con una calma efímera, optando por subir la intensidad con cada momento que pasa, sin recurrir a lo agresivo o a lo errático. Son acordes que se repiten, que buscan llegar a algún lado con aquella desesperación que las acompaña, tan solo para desvanecerse poco a poco con el tal de introducir pasajes vocales reminiscentes a los vistos en Edvarda, tan solo que sobrepuestos con muchos otros susurros y suspiros a la distancia, marcando el fin del tema. Si Gretchen es capaz de demostrar algo de manera evidente, es el hecho de que no es necesario abusar de aquellos momentos furiosos y frenéticos con el fin de impactar y de agarrar desprevenido al espectador. Es un tema que parece danzar entre la desesperación y la estabilidad, ofreciendo un gran balance en todo lo que parece querer alcanzar, manteniendo una consistencia más que admirable, usando cada segundo a su favor. Del mismo modo, llega a ser muy similar a Edvarda. Ambas canciones establecen una atmósfera y un tono muy particulares, únicos de cada tema, y aunque ambos consigan sus objetivos a su propia manera, ambas canciones se sienten parte de una sola composición. Y mientras que Edvarda era la belleza en la ira y un estado frenético, Gretchen muestra la perfección en la calma, las pausas, y la soledad. El ritmo del disco se mantiene constante, y aunque aquel largo momento de calma termina, guitarras eléctricas, un bajo sutil, y una batería energética invaden el espacio funcionando como puente de apertura a la primera parte de Cristina.

“Veo Tu Piel Primero. Primero Veo Tu Piel. Vacía Y Sin Color”

La lírica se queda en el mismo espíritu que la música que acompaña, críptica, densa en su significado, pero hermosa dentro de su aparente poesía cubierta en un velo de frustración, pasión, e ira. Se retorna a la intensidad de Edvarda, con los instrumentos subiendo de tono con cada segundo que pasa, expandiéndose aún más dentro de aquella liberación. Los tonos sombríos de las trompetas marcan la culminación de toda aquella construcción, con las voces expresándose a todo volumen, para luego liberarse en gritos que se pierden en el fondo. Los arreglos cambian, y se pasa a algo mucho más lento, pero con una tensión y melancolía evidentes manifestadas en las voces de Auza, Aranda, y Verónica suspirando y expresándose de fondo. La duración de Cristina es corta, la más corta del disco, pero incluso en su duración no hace otra cosa más que fluir entre tonos, actitudes, y emociones de manera sorpresiva, inesperada. Genera tensión de una manera intensa, pero la llega a liberar en su debido momento, terminando de manera igual de abrupta a como había comenzado.

Por un par de segundos el silencio marca el fin de Cristina, pero de pasa a la guitarra electroacústica que inicia Camila en todo su esplendor. Aquellos acordes vuelven a recurrir a la melancolía, esta vez en forma de algo parecido a la nostalgia, con la voz de Auza complementando aquella atmósfera de manera excelente, usando un tono pasional, pero dulce en su entonación. Como ya llega a ser costumbre dentro del disco, aquella tranquilidad no se queda quieta, con detalles sutiles siendo introducidos poco a poco. Tonos de ambiente en el fondo, voces que acompañan a Auza de forma calmada y suave, hasta llegar a las palabras que marcen el quiebre

“La Leche Del Cerdo, Envuelta En Cada Muela, Como Una Traición. Y El Asco De Comer. Tú”

Lo que en un principio parecía ser una propuesta parecida a Gretchen se quiebra en un estallido musical y emotivo dentro de la composición. Un momento de liberación que rompe las expectativas de manera ruidosa, pero que no se encuentra lleno de ira ni de una necesidad de acelerar las cosas, con todo quedándose dentro de una serenidad que simplemente se expresa de una manera muy particular. No es que la emoción en sí cambie, sino que cada uno de los elementos, desde la voz hasta las guitarras, se adaptan a un nuevo tono mucho más expresivo. El mismo dura lo suficiente, para que los arreglos de cuerdas marquen la transición a una parte mucho más pausada. Unos cantos acordes de charango introducen este nuevo segmento, con los acordes de guitarra pareciendo querer imitar la emoción y la elegancia de aquel instrumento nacional, con otras guitarras siendo implementadas por un momento corto, sobreponiéndose en toda esa calma. Todo para, pero la atmosfera sigue estando presente, con unos silbidos y tarareos de distintas notas siendo la puerta para que el charango retorne, esta vez con mucha más presencia, acompañado de lenguas nativas y choques de palmas que reaseguran el espíritu nacional del grupo y sus influencias, con todos estos elementos desvaneciéndose lentamente, dejando lugar a unas guitarras que toman protagonismo, tan solo para finalizar el tema de forma inesperada.  

Un silencio breve se hace presente, pero es en ese entonces que guitarra y piano se unen para marcar un nuevo ambiente, dando paso así al principio de María, la canción más larga del disco, pero también una en las que Enfant demuestra el potencial de los instrumentos y su habilidad en la composición. Ya solo en el principio se produce una danza que intercala entre aquella melodía principal que es reinterpretada de manera sutil en cada vuelta, y arreglos de cuerdas que marcan tensión. Luego de un momento, todo parece estallar de manera abrupta, con trompetas, cuerdas, batería, y bajo sobreponiéndose, mezclando tonos calmados con arreglos llenos de intensidad. Luego de la tormenta, llega una especie de paz, en la que los tonos siguen siendo diferentes, con algunas notas siendo sostenidas para la fluidez. La voz de Auza aparece entre las trompetas, casi susurrando en su espíritu, mientras que los arreglos de cuerdas reaparecen poco a poco para volver a marcar tensión dentro de la canción. Aun así, aquello establecido cambia, se detiene de manera súbita y opta por un momento de calma con el fin de cambiar a la voz manipulada en su entonación. Suenan guitarras con un tono de desesperación en lo agudo de sus acordes, y la voz de Auza vuelve a ser clara con el fin de acomodarse a ese ambiente.

Es un tema que va progresando de manera inusual, con cambios a cada momento, implementando una variedad de elementos, desde el apoyo vocal de Verónica hasta un synth agitado. Todo llega a fluir de una manera muy bien lograda, con las emociones y enfoques transmitidos fluyendo entre los cambios súbitos como si se tratara de humo elevándose por el aire. La voz de Auza se torna potente, intensa en la entonación y manejo del rango que se tiene, pero aun así siendo la encarnación de una poesía que contiene mucha emoción, pero que se mantiene tan surreal como siempre. La instrumentación sigue un rumbo propio, casi completamente separado, llevado por una batería que mantiene un ritmo intenso. Los distintos de arreglos parecen estar preparando para algo, aquello que no parece llegar en ningún momento, con la percusión, las trompetas, y demás elementos coordinando entre sí para intercalar entre segmentos calculados y partes casi erráticas. Eventualmente, todo llega a una calma marcada por un teclado dulce, que parece querer contrastar todo lo visto hasta ese punto, pero aun manteniéndose al margen debido al choque de las distintas guitarras. Un perfecto sentimiento agridulce que marca el fin de María, dando poco tiempo de tranquilidad completa, y abriendo paso a la tensión viva de Leonora.

Una guitarra acústica toma protagonismo, haciéndolo de manera sobria, tensa, incómoda, complementada por los tarareos, los suspiros, y las diferentes voces que chocan como sonidos sueltos para perderse como todo un conjunto mientras una trompeta sigue el tono de manera sutil. Todo se detiene por un momento breve, y luego se libera en algo que parece frenético, casi errático, debido a las trompetas, pero en donde entran las influencias de free jazz en juego, con la coordinación entre todos los miembros involucrados siendo mucho más que admirable. Las guitarras, la batería, el bajo, las trompetas, el teclado, los elementos de percusión mínimos que se hacen presentes se agrupan en un caos que tiene un objetivo, una razón de ser, y que resulta ser llevado de la manera más disciplinada posible. De repente, las guitarras acústicas marcan el fin de aquel segmento ajetreado, pasando a unos cuantos acordes que resultan potentes en su presentación, con algunas de las notas de las trompetas muriendo por completo para dar paso a la voz de Auza y la de Aranda que se chocan en un tono calmado. No se pronuncia nada, o al menos eso parece, pero las notas, los tonos que emanan, llegan a entrar en un valle inquietante donde no se dice mucho, pero en el que se expresa mucho con la entonación. El bombo vuelve a aparecer, esta vez tomando protagonismo entre capas que se sobreponen sobre un puente de tensión llevado por arreglos de cuerdas que hacen notar su intensidad. Sin embargo, aquello que parecía querer llevar hacia algo más grande retorna a las voces calmadas, esta vez con Auza teniendo más claridad en su voz, pero aun cubriendo su lírica bajo una sombra de misterio, la cual poco a poco llega a desaparecer para dejar a aquellas notas impotentes en todo su esplendor. Luego de extender aquellos acordes por un buen tiempo, se retorna a los arreglos del inicio, a aquella tensión que había abierto las puertas del tema para solo llevar a algo frenético y liberador. Pero en esta segunda ocasión es tan solo un reprise, algo como un recuerdo querido que retorna sin motivo aparente, pero que es más que bienvenido en su estadía. Finalmente, el puente más importante de todo el disco. Aquella incorporación de cuerdas a lo largo de todo el viaje llega a verse aislado en todo su esplendor. Ya no es un conjunto de melodías, es un suspenso latente que se construye en sus propias notas, las cuales son sostenidas y agudizadas cada vez más. Se tensiona al espectador, se genera expectativa, y se finaliza Leonora, para dar pasó al clímax principal de toda la composición que toma la forma de la corta, pasional, virtuosa, agresiva, catártica, y frenética: Victoria.

La batería explota, con los platillos y las cajas siendo golpeadas en medio de una violencia llena de belleza, acompañado de una guitarra eléctrica que se vuelve errática en sus notas repetidas, un bajo pesado que hace que todo vaya junto de una manera sutil, y las cuerdas tomando un tono ominoso, pero al mismo tiempo siendo sutiles en su variación de notas. Voces que ya no dicen nada, sino que gritan en una liberación emocional, una expresión que no requiere de algo reconocible para ser entendido. Todo parece ir a su propio ritmo, pero al mismo tiempo todo se complementa de una manera admirable, intercalando entre arreglos, entre acordes y melodías, como si fuera sangre acelerándose por el cuerpo, un corazón vivo que se encuentra lleno de emociones, palpitando como si fuera a explotar. La coordinación entre guitarra, bajo, y batería en un quiebre de notas individuales, espaciadas, pero potentes, pasa a la voz de Auza entonando lírica de manera casi errática. Su voz pasa de estar normal, a ser modulada, desvaneciéndose brevemente para solo regresar, mientras que la instrumentación continua en un espíritu de libre expresión casi completamente errático. Otro quiebre unido, esta vez con mucho más relleno en las notas, pero dejando paso a los integrantes emancipando sus emociones de manera cruda, errática, con las cuerdas ominosas de fondo.

“Un Encargo De Miedo Es Mi Voz. Un Entierro De Cerdo.”

Al contrario de ir bajando o relajando el tono poco a poco, todos los elementos, aun si se presentan de manera individual, siguen subiendo la intensidad poco a poco. Los gritos y los distintos arreglos parecen entremezclarse en un solo sonido que intimida, incomoda, pero que al mismo tiempo complacen debido a lo únicos que llegan a parecer. Nada se detiene, y mayoría de elementos que aparecieron a lo largo del disco, desde las trompetas hasta pequeños elementos de percusión, regresan una vez más, aportando al sentimiento de culminación que implica que este de verdad resulta ser el último tema. Finalmente, un momento de calma aparente, con las guitarras, el bajo, la batería y los violines siendo complementados por la hermosa voz de Verónica. Pero más que ser relajado, resulta ser un momento de tensión menos intenso que todo lo visto a lo largo de la canción. Verónica desaparece, y la parte final de la canción, el fin del viaje, no resulta ser otra cosa que un retorno al principio. La guitarra, los acordes, y los arreglos vistos en Edvarda vuelven una vez más, esta vez siendo mucho más apasionados, mucho más llenos de emoción y de energía. Es un reprise lleno de desesperación, algo mucho más intenso, con la voz de Auza sangrando en su canto desesperado, el mismo que parece ahogarse dentro de la instrumentación que llega a su punto auge, su último respiro de nostalgia.

“Y Sigo Sintiendo El Momento De Volver De No Dormir. Ya No Más. Ya No Más Ya No Más. Ya No Carga. No Vengas. Recuerda Llevar. Bosque Madrusval”

Y aquellas últimas palabras que se llegan a distinguir, incluso si no llegan a ser claras en su significado, llegan a impactar debido a toda la emoción con la que son entonadas. Voces que llegan a expresarse claramente incluso dentro de toda esa hermosa instrumentación que parece ser una inundación de liberación, una amalgama de elementos que colisionan en un estallido desconcertado, pero con mucho propósito y significado. Y luego de aquel último grito de Auza, todo llega a desvanecerse poco a poco, concluyendo Victoria de una manera igual de abrupta y súbita a como llego a empezar. Victoria es una conclusión mucho más que adecuada para la extraña criatura que resulta ser Ellipsism. Un final digno, cuidadosamente construido en medio de todo lo que parece ser un caos. Es una agresividad cubierta de melancolía, de soledad, de tristeza, de ira. Un momento errático en el que todo parece querer derrumbarse, en el que todo lo construido hasta ese punto llega a su fin, un fin en el que no hace falta más nada, en la que todo se deja satisfecho. Un final igual de inesperado, emocional, memorable, y cuidadosamente construido, de la misma forma que todos los temas que vinieron antes.

Si algo buscan hacer casi todos los elementos que rodean Ellipsism, ya sea la música, la lírica, hasta el propio arte conceptual, es generar incomodidad. Incomodidad en el sentido de la melancolía, la soledad, la nostalgia y la ira. El nombre del disco lo dice todo. Es una sensación de tristeza por lo que pudo haber pasado, una angustia ante lo que no pasó y lo que podría pasar. Son angustias que obligan a cualquiera que las siente a crear, a liberarse de aquellas emociones de cualquier forma. En cierto modo, resulta ser una violencia en la soledad, una exploración de miedos y fortalezas. Ellipsism es un proyecto que recurre al pasado en muchos momentos, bastantes reprises que son reinterpretados y dados una vuelta, con múltiples momentos de tensión intensa que a veces llegan a una liberación, pero que muchas otras cambian de manera súbita a algo totalmente interesado. Todo parece ser diferente, pero al mismo tiempo, todo fluye como el agua, como el río de memoras que inundan la música y el espíritu de las canciones. Es un aparente vacío que devuelve la mirada, generando más preguntas que respuestas, pero haciéndolo de una manera tan bella que simplemente resulta atrapante en todos los aspectos. Quizás aquellos que estemos interesados nunca descubriremos el significado de la lírica, de la implementación de algunos elementos, o de los propios nombres de las canciones; pero es que esa es el detalle principal de toda la obra. Quizás todos estos aspectos tengan un significado muy grande para los miembros, o quizás simplemente resulten ser cosas sin mucha importancia, pero al final son cosas que existen, que más que generar una duda ardiente se quedan como paisajes o detalles intrigantes dentro de un viaje que parece casi surreal de por sí. El choque de influencias y ritmos poco convencionales generan un desconcierto, una sorpresa, constante, pero tampoco es que el disco haya buscado ser algo normal en primer lugar. Es un misterio que intriga, que se encuentra repleto de detalles, de capas que se sobreponen con el fin de crear algo nuevo, algo cuidadosamente construido, que en vez de ser una calma luego de la tormenta resulta ser un huracán que arrasa con elegancia. Es mostrar la belleza en la ira y la hermosura de la paz.  

Ellipsism es un viaje que no busca complacer ni ser predecible. Es una exploración extensa dentro de paisajes musicales que parecían haber sido inexplorados, un uso y aplicación de todos los recursos disponibles que grita en silencio y que sangra en medio de golpes. Es algo único e inesperado, un cuerpo lleno de cambios abruptos, de agitaciones violentas que buscan aturdir, tensionar, y despertar la curiosidad y los sentidos de aquel que escucha; pero al mismo tiempo es algo que calma, que intriga y que relaja dentro de una extraña paz que parece ser opaca, incómoda, solitaria y llena de melancolía. Una mezcla de segmentos con ambientes calmados, enfocados a la construcción lenta de una idea, siendo contrastados por arreglos inclinados a algo que parece improvisado, agresivo, casi caótico, pero igual de detallado que todo lo demás. Es una composición enorme, que se divide en siete partes, partes que llegan a contrastarse entre sí, pero siempre tomando al espectador de manera desprevenida. Todo lo que se es introducido llega a desvanecerse a su debido tiempo en una oscuridad repleta de incertidumbre, de la que no se sabe si existe un retorno, pero siempre presentando algo nuevo e inesperado, al igual que la vida misma. Una extraña máquina de música que trabaja muy bien tanto con el ruido como con la calma, componiendo una obra de arte que hace visible la emoción y la pasión que llegó a ser vertida dentro de su elaboración.

Este segundo proyecto de Enfant propone algo que se arriesga en todos los aspectos, un disco que se desenvuelve en ritmos distintos, pero manteniendo una consistencia muy evidente de principio a fin. Una especie de baile extraño entre múltiples elementos que se desploman, que tropiezan, pero que fluyen de manera perfecta, en la que todo se hace de manera consciente y cuidadosamente ensayado. Una poesía abstracta que recurre a los sonidos más que a las palabras, que llegan a expresarse de una manera igual de efectiva, con la instrumentación dando siguiendo un ritmo propio la mayoría de las veces. Las texturas sonoras son varias, las variaciones y cortes también, y aunque en su mayoría llegue a crear tensiones a cada momento, todo aquel que decide quedarse inmerso es recompensado con estallidos de liberación y expresión puros. Ellipsism es una explosión de emosiones que se manifiesta de forma agresiva y nostálgica, pero que resulta ser necesaria con el fin de expresar lo que quiere. Una especie de manifiesto del alma de todos los integrantes en forma de música impredecible. Un viaje de ida y vuelta en el que cada uno de los temas tiene algo que ofrecer, un mundo individual que a la vez está bastante relacionado con todo lo demás, que termina casi de la misma manera en la que empieza, dando al oyente una experiencia completa, satisfactoria, sorpresiva, pero que deja la puerta abierta para ser visitada cuantas veces sea necesario. Con cada nuevo viaje se descubren más detalles, y con cada nuevo detalle la incomodidad toma mucha más presencia. Ellipsism es una expresión explosiva, catártica, un broche de oro a un segmento necesario de exploración personal de todos los artistas involucrados, y una obra maestra innegable de la música progresiva experimental contemporánea.    

Enfant llegó a demostrar una evolución en todos los aspectos a su primer disco, y a todos los proyectos que aparecieron, y que aparecerían, involucrados con José Carlos Auza de una forma u otra bajo la marca discográfica de “El Otro Baile”. Y es que mientras que Filium.Ex.Machina resultaba ser una exploración sonora y personal que se manifestaba como una especie de terapia para Auza bajo el alias de Horuset, pero que llegaba a funcionar debido a la colaboración de todos los miembros involucrados de forma desinteresada, Ellipsism es un grito en conjunto. Sigue siendo un proyecto personal, pero esta vez para todos los miembros involucrados, sin necesidad de ocultar nada, pero tampoco teniendo la necesidad de mostrarlo todo de manera explícita. Y es que los créditos lo muestran de manera muy clara. Es un disco compuesto por Auza (quien ya no requiere usar pseudónimos debido a la naturaleza íntima del proyecto), Bernardo Paz, y Christian Aillón, pero todos los arreglos estuvieron a cargo de Enfant. Esta colaboración entre distintos miembros de Argentina, Brasil, y Bolivia es una colisión de múltiples influencias, estilos musicales, y de actitudes diferentes, en la cual todos y cada uno de los diez miembros y dos invitados especiales involucrados era capaz de colaborar y aportar a la grabación de la manera que ellos percibían como correcta. En teoría, eso resultaría ser un choque que difícilmente podría llegar a funcionar, pero debido a que la música ya había sido compuesta y era tan solo intervenir de la manera que se consideraba adecuada, se llegó a un admirable equilibro y balance entre todos y cada uno de los elementos usados, una especie de caos organizado esperando a ser liberado.

Las influencias resultaban ser más variadas que antes, y el estilo de arreglos también. Ellipsism no es un disco que depende mucho de la lírica con el fin de expresar lo que siente, sino que recurre a los sonidos y a las actuaciones con el fin de llegar a ese objetivo. Ya no era solo una influencia de rock progresivo de la talla de The Mars Volta y King Crimson mezclándose con influencias folclóricas nativas, sino que recurría a las experiencias e inspiraciones de cada uno de los miembros de la banda. Aquellas influencias experimentales progresivas eran complementadas por la atmosfera y el ambiente calmado de Taki Ongoy con todo su respectivo amor hacia la música nativa boliviana, con elementos de música de orquestra, post-rock, partes erráticas reminiscentes del noise, música contemporánea de todo tipo, y hasta incluso secciones que parecen querer tirar más al free jazz. Todo esto llega a funcionar debido al virtuosismo y el talento presente en cada uno de los instrumentos; aparte de una producción, mezcla, y masterización a la altura de proyectos de alto prestigio. Las estructuras son demasiado dinámicas, enfocadas más en un balance adecuado de todas las ideas de manera que todo lo que se presente llegue a recibir su propio espacio para respirar.  A lo largo del disco se alcanza un balance y un sonido energéticos, cuidadosamente construidos y muy variados, que se adaptan dependiendo del tono y el enfoque que se parece querer tomar en cada canción, pero nunca acomodándose a algo cómodo. Es un sonido totalmente diferente visto en Filium.Ex.Machina, pero que en esencia resulta ser una extensión y refinamiento de aquella creatividad, de aquella necesidad de tener una voz, tan solo siendo utilizadas en un contexto y proceso creativo distintos. Definir lo que era el proyecto era algo casi complicado, pero directo en su implicación, y lo decía el propio Auza en una entrevista:

“Bueno la definición como tal define algo en pocas palabras, le da fin. El límite de una forma es sin lugar a dudas el muro para la creación. Lo que se podría hacer es situarla en un sitio mucho más general. Ya que la especificidad de una forma o estilo en su singularidad nos alumbra sólo un camino. La generalización podría darnos más una pauta de hacia dónde dirigimos lo que hemos hecho. La música se puede dividir en muchas partes, pero tal vez las más importantes sean la de tradición escrita, la popular, y la nativa. Y aun así siento que hemos tomado algo de cada una de estas formas para crear este disco. Aunque tal vez se acerque más a la música contemporánea y la popular. Y claro, desde cada uno de estos hay muchos pequeños lugares, los cuales no me atrevo a definir."  

Como era costumbre de todos los proyectos relacionados a él, Ellipsism fue creado simplemente por la necesidad de expresarse, sin ningún incentivo de llamar la atención o de hacerse famosos por detrás. Si el proyecto llegaba a generar algo dentro de su contexto musical o si generaba algún tipo de empatía con la audiencia no era responsabilidad o interés de la banda. No se sabía siquiera si el retorno de Enfant iba a ser prolongado o simplemente algo efímero dentro de la vida de los integrantes. Era simplemente un momento de realización personal, al igual que cada disco que se había elaborado hasta ese entonces, con la diferencia siendo la magnitud y el enfoque dado. En ciertos aspectos, resultaba el punto final de muchas conexiones con gente cercana. Un proceso de aprendizaje, de aceptación, de crecimiento, en el cual las personas involucradas podrían llegar a cambiar sus intereses o procesos en un futuro, lo cual es algo tan natural como el agua que fluye por la corriente de un río.

“Cada quien se refleja con lo que necesita. Solo espero terminarlo y pasar a lo siguiente.”

Y claro, luego de ese punto tanto Auza como los distintos miembros se fueron involucrando en otros proyectos, en otras cosas que venían a su interés. Bajoel sello de “El Otro Baile” se siguió sacando discos que abarcaban variedad de géneros y estilos, siempre ofreciendo propuestas únicas y muy bien llevadas dentro de la música boliviana. El regreso de Auza al mundo de la música llevo a sacar los discos solistas de Nicolás Uxusiri, Christian Aillón, así como continuar con proyectos musicales como Nonsum y el regreso de Taki Ongoy. La carrera musical de Auza produjo dieciocho discos de los cuales no se cobró ni un centavo, y los cuales tampoco recibieron mucha atención debido a la mentalidad de simplemente expresarse por expresarse, sin la necesidad de promocionar el material de cualquier manera. Incluyendo a Enfant, todos estos proyectos se encuentran disponibles de manera gratuita en línea, y tan solo depende de la curiosidad de aficionados para llegar a descubrirla y compartirla. Claro, hubo proyectos que tuvieron más repercusión de manera internacional, como es el caso de Taki Ongoy en Alemania y otros países europeos, pero Enfant, y sobre todo Ellipsism, recibió atención en lugares como Rusia, que llegaron a sacar el disco de manera física. Aun así, la atención que merece el disco es mucho mayor a la que llega a recibir en comunidades musicales. En todo caso resulta ser una especie de anomalía especial, una joya pulida y valiosa, que pasa casi totalmente desapercibida, pero que una vez descubierta llega a cautivar con su personalidad y propuestas únicas.

¿Pero por qué una anomalía? Bueno, a pesar de todos aquellos proyectos en los que Auza estuvo involucrado, no llegó a aparecer ninguno parecido a Enfant. Esto no quiere decir que sus demás discos no merezcan atención, abarcando cosas como la música de ambiente, música criolla, e incluso electrónica, pero simplemente no llegó a haber nada de tal escala y mezcla de estilos. Con la finalización de Ellipsism, Auza simplemente ya no sentía la necesidad de expresarse de aquella forma, lo cual llega a ser demasiado entendible. Luego de Ellipsism llegaron a haber un par de presentaciones en vivo, creando el último proyecto de Enfant siendo una grabación en vivo de 2016 sacada bajo el nombre de 00 en 2017, para que la banda se disuelva nuevamente. Auza/Nicolás/Horuset/Dante siempre ha sido una figura muy peculiar, nunca queriendo condicionarse por el nombre, y siempre cambiando de enfoque con el tal de expresarse de la manera que él consideraba adecuada para el momento. Unos cuantos años después de la salida del álbum, dejaría la música nuevamente casi por completo para dedicarse a la pintura de manera casi exclusiva, llegando a tener exposiciones de sus obras que llegaron a ser bien recibidas en toda Bolivia, con breves entrevistas que dan una mirada un poco más profunda a su manera de pensar, dejando en claro que cambió su manera de expresarse por algo mucho más relajado y menos cargado, con la calma de hacer las cosas y mostrar el resultado más adecuado.

Es entendible que Auza haya optado por una opción menos “extravagante” para casi todos los proyectos que surgieron luego de la disolución definitiva de Enfant. Algo mucho más directo, simple, pero con la misma cantidad de talento y amor por el arte en todos los aspectos. Sin embargo, aunque la calma sea algo precioso y demasiado eficiente a la hora de realizar una obra, no cabe duda que aquellos momentos en los que uno se muestra de manera errática, a grandes proporciones, y cargado de mucha emoción y detalle pueden llegar a ser igual de preciosos y fascinantes. Y obras maestras como Ellipsism son el ejemplo perfecto para aquello.

Una pieza catártica que sobresale como una joya oculta que tiene mucho que ofrecer en toda su exploración sonora. Algo que abarca muchos géneros, hasta el punto de ser algo único y variado, sin encerrarse en un solo espacio. Impredecible en su estructura, incómodo en su estética, intrigante en su ejecución, pero placentero y satisfactorio como un proyecto completo.

La encarnación perfecta de libertad, expresión, y empatía. 

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